miércoles, 24 de enero de 2018

Parámetros, medidas, escalas... el discurso del discurso...


... los humanos, desde sus albores, observan, comparan, miden, clasifican, sintetizan, estructuran, y establecen modelos simplificados de la realidad que funcionan para medir comportamientos. 

Llegado el tiempo debaten, depuran, concretan y formulan esos comportamientos a través de parámetros a medir que representan las cualidades buscadas de los mismos.

Una vez especificados y formulados los parámetros se procede a la elaboración de un instrumento de medida con el que obtener las mediciones que darán lugar a colecciones de datos.

Los humanos a su vez necesitan visualizar las medidas cuantitativas en escalas cualitativas, es decir, acotar las mediciones por intervalos que la escala interpretará asignándole palabras que expresan calidades interpretables por el imaginario popular, dentro de una cualidad o parámetro.

Así por ejemplo, en una clase de la facultad el profesor mide con datos el parámetro cualitativo de suficiencia, o no, sobre el criterio establecido de conocimiento, para superar, o no, un mínimo. Así en una escala de 0 a 10, que permite expresar los datos del parámetro. Como insuficientes de 0 a 4,99 y de 5 a 10 suficiente y cuánto de suficiente. Así quedaría la escala conocida por todos como más usual: aprobados de 5 a 6,99; notables de 7 a 8,99; sobresalientes de 9 a 10; y entre los sobresalientes elige las matrículas de honor.

Pues bien, en las pruebas de formación sanitaria especializada, que son de libre concurrencia entre ya suficientes calificados por otros, el ejercicio de examen, es de tipo test de respuesta múltiple, un instrumento de medida que determina el resultado final a través de diferentes normas de valoración. Normas que permiten clasificar por nº de orden a los aspirantes para optar, o no, a elegir plaza de formación especializada. Su escala no tiene nada que ver con 0:10 sino que llega hasta 750 de VPE (valor particular de examen) máximo.

El día que se haga y publique el examen del examen, es decir, el examen a todas y cada una de las preguntas que lo componen, incluidas las de reserva, se definirán los parámetros a medir de cada pregunta. Su promedio o media será la medida del examen en su conjunto.

Si se sigue la literatura, se elegirán fundamentalmente dos parámetros para cada pregunta, dificultad y discriminación. Se justificará su elección y su formulación, y acto seguido se establecerán las escalas de medida en las que se mostrarán los resultados de su calidad. Es decir, un examen cuantitativo expresado cualitativamente.

Sintetizado y justificado el procedimiento de medición se procederá a la exposición de los resultados, y a partir de ahí al juicio de los mismos y a la exposición de las conclusiones.

Desde mi leal saber y entender, después de más de diez años de búsqueda y estudio, éste debería de ser el debate. Debate en el que deberán entrar tirios y troyanos más temprano que tarde. No porque lo diga un servidor sino por que lo dice la literatura.

La exigencia del ejercicio de examen de las pruebas de formación sanitaria especializada no es la suficiencia. La suficiencia o no de los aspirantes, es competencia encomendada a la universidad, por lo tanto la prueba no es acreditadora de esa suficiencia. Si así la quisieran los troyanos habrán de decirlo expresamente y arremangarse para cambiar su regulación. A pesar de ello, el título de especialista es oficial y lo entrega el Ministerio de Educación porque todo el procedimiento hubo de someterse al imperio de la ley desde el principio. En este caso de la Ley de Educación. 

Pero si la prueba sigue como está, es decir, como prueba ordenadora para elegir plaza de formación sanitaria especializada, encomendada por los centros de formación del SNS a quien los coordina, MSSSI y MECD, a través de la LOPS y los reglamentos que la desarrollan, por exigencia social se habrán de arremangar los tirios y hacer el examen al examen, y ¡publicarlo!... ¿por qué?

Porque la prueba, a la que se presentan más de 30.000 titulados, ya acreditados previamente por la universidad, conduce a la obtención de un título oficial, y si ha de ordenar, es decir, clasificar por nº de orden, su exigencia en el parámetro discriminación ha de ser tal, que se vea y entre por lo ojos la calidad de las preguntas. Necesaria para que esa separación ordenada (discriminación) se vea y se sienta cómo lo consigue el instrumento utilizado.

Así pues, pónganse a la faena los tirios porque la paz social de los interesados lo reclama. Esa paz será no solo la sensación de que el instrumento de medida, mide bien, sino por que la bondad de los resultados de las medidas de los parámetros de las preguntas se exhiben públicamente, al igual que se exhiben los resultados ordenados. ¿Algo más?

Sí, además que el resultado de esas medidas sirva para justificar, para consumo interno y externo, las anulaciones de las preguntas que decidirá la Comisión Calificadora correspondiente. Cuando menos aquellas que discriminen negativamente, es decir, aquellas que sirvan para lo contrario de lo que deberían de servir, porque las contestan más los que tienen menos conocimiento que lo contrario.

A partir de ahí, el resto de preguntas, una por una, dentro de la escala de medida y expresadas en valor absoluto y relativo respecto del total de preguntas del examen.

Una vez se haga eso, los tirios y troyanos hablarán el mismo lenguaje, y la discusión y el debate, se centrará en un campo de juego. Un campo de juego que tendrá reglas y árbitros. El resto de cuestiones quedarían para otros campos de juego, otras reglas y otros árbitros.

Editada por primera vez el 16/01/2017.-

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