... de pie ha tenido, y tiene, la vista de un lince. Si vuela soñando, la de un halcón. Allá donde pone la vista está la presa...
Patricio Martínez se hace acompañar en toda estación, ocasión y lugar, de una bufanda alrededor del cuello puesta de una u otra forma.
Ha tenido, y tiene, la habilidad de otear el horizonte y ponerse de parte del viento que ya domina, pero sobre todo del que va a dominar. Viendo que soplaba a favor de una medicina, primero taylorizada y luego socializada, intuyó que el ejercicio liberal iría de capa caída. Eso favorecería la estrategia que anidaba en su mente y que sus sucesores tratarían de aplicar.
No había que perder los espacios existentes, fueran profesionales o sindicales, antes bien el viento dominante los permeabilizaría, para terminar siendo uno sin dejar de ser nominalmente distintos, y prácticamente copados por la especialidad mayoritaria.
Sin entrar en detalles, ya conocidos para los iniciados, el viento trajo el Foro de la profesión con la pretensión de estar de forma distinta en el ámbito de la negociación. En lo sindical se lo negaban y niegan las leyes. Quería una forma específica. Ahí ha quedado la cosa por el momento.
Vista de lince y atalaya de halcón, pasó a una segunda presa de más enjundia. Filosofía pura del quehacer médico. La relación médico paciente.
Una vez más ha sabido ver que lo más propio del quehacer profesional en el ejercicio liberal de la profesión, la relación de confianza entre paciente y médico, sigue en el imaginario de ambos a pesar del ejercicio taylorizado y socializado. Así pues, antes de que esa relación se la lleven los vientos, ha visto que la mejor manera de intentar conservarla era potenciarla. ¿Cómo?
Primero intuyendo y viendo, segundo conviniendo y aglutinando voluntades, y tercero trabajando y haciendo trabajar para que la UNESCO la declare como Patrimonio de la Humanidad.
No da puntada sin hilo y no anda descaminado, lo consiga o no. Esa relación que sigue en el imaginario de médico y paciente, es curiosamente lo más específico de la profesión, al igual que la trasmisión del saber médico, y ambas están en el juramento hipocrático.
El paciente, reconociendo su debilidad, entrega su fe, su confianza, en el médico que le atiende. Parafraseando a Gervás eso es lo más sagrado de la profesión. Confianza que el médico no debe traicionar. Al igual que no debe de juzgar al paciente. Si puede, curarlo. Si no puede curarlo, aliviarlo. En todo caso, consolarlo.
Todavía recuerdo a aquella residente que en sus primeros días de formación se preguntaba, desarmada en su inocencia después de sonreír al paciente, o cogiendo su mano, al ver su reacción... se preguntaba... ¿acaso vale más una sonrisa que todos los libros que he estudiado?
Nada te deseo más, caballero de la bufanda, muñidor de mil acuerdos, que tu sonrisa premie tu vista, tu deseo y tu esfuerzo. Por ti, y por todos los que compartimos ese deseo.
Salud, tiempo, y paciencia para que lo veas conseguido.
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