Con el tiempo he descubierto que las decisiones verdaderamente importantes las tomamos con un cierto grado de inconsciencia que da miedo. La mayoría de las veces, cuando decides algo “serio”, aun sabiendo que lo es, no eres consciente de su trascendencia hasta que pasa un tiempo. Ocurrió así, cuando en la postadolescencia algunos, y en plena adolescencia otros, decides meterte en una carrera llamada medicina, sin saber donde te metes, y ocurrió así, cuando cada uno decidió determinar una pequeña parte de su vida pulsando un “enter” endemoniado.
Cuando pasa “el sábado” del examen MIR, y te encuentras a tus amigos ya residentes por la calle, empieza la nueva amenaza “el MIR no es nada al lado del día de elección de plaza”. Yo tuve la enorme suerte de tener un MIR tranquilo, relajado, sin nervios y bien llevado hasta el final. Y sí, imaginaba que el día de la elección estaría “nerviosita”. Después del gran día y la resaca que te dura toda la semana, se presentan delante de ti, tres largos meses para pensar, la que todo el mundo dice, es la decisión más importante de tu vida. Yo no creo que sea así. Esta no es la decisión más importante de la vida de nadie, porque, no es inamovible. En esos tres meses, piensas y piensas. En mi caso, tenía medio camino hecho, iba a ser de ese tipo de médicos que se manchan con café, pero había mil lugares para hacerlo. Tres meses son demasiados, bastaría uno. El turismo hospitalario tan altamente recomendado te lía y relía. Al final llegué a la conclusión, de que, al igual que cuando empecé la carrera no tenía ni idea de nada, ni sabía dónde me metía, con esto pasaría igual. Lo mejor era esperar a que saliese bien.
Y hay otro problema, que son los libros de las academias, llenos de números. Y, con qué se acabó esto y hasta donde llegó aquello. Yo, los prohibiría, hacen que llegues al día de la elección con tus deseos condicionados. “Coruña genial, pero ni me lo planteo, porque no pasa del mil”, “Granada mola mucho para vivir, y el año pasado habría cogido la primera plaza”, y pasa, que pasa, que Coruña llegó a mi turno y Granada se había evaporado la tarde anterior.
El nerviosismo de la elección empieza la tarde anterior, cuando vas a la sala Maluquer a buscar el “listado de plazas vacantes”. Sorprendentemente, ¡quedan un montón de cosas!, me fui de cabeza a la parte aerospacial, y ahí empiezan los problemas derivados del condicionamiento. Hay cosas que ya no están, aunque lo peor son las cosas que de repente aparecen en la lista y que nadie esperaba. ¿Qué pasa este año?, todo está siendo raro, la gente se vuelve loca y las plazas se salen de su comportamiento esperado. La tarde sigue colgada del teléfono, encharcándome de cocacolas, pero todavía tranquila.
Lo más, más, más y mil veces más importante, es hacer una lista de preferencias. Bueno, miento, esto no es lo más importante. Lo realmente decisivo, es respetar esa lista de preferencias. Escribirla con sangre si hace falta, pero no bailar la segunda opción con la tercera, ni la séptima con la octava.
Yo no sabía de la capacidad de funcionamiento de mi adrenalina. Ahora sé que puedo estar dos noches sin dormir y más de un día sin comer, a base de cocacolas y tener el rendimiento de un Ferrari. La noche anterior acumulé un par de horas de sueño, a lo sumo, en turnos de veinte minutos. Dormía al lado del Ministerio, así que bien tempranito, me fui a la búsqueda de algún bar con café con leche. Hay uno en la calle del Ministerio, lleno de jovencitos inquietos con mamás y papás. Café con leche y Donuts, forzando para mantener la glucosa, aunque lo que me pedía el cuerpo era un carajillo. Increíblemente, cuando yo entré a por mi café, 45 minutos antes, la puerta del Ministerio estaba ya atestada de gente. No fui la única que no necesitó despertador esa mañana. La entrada al Ministerio no tiene mayor importancia, porque lo verdaderamente gordo se cuece en una sala muy mona de asientos, ¿azules?, no recuerdo.
La hora, dos horas, que te toque estar allí dentro, puede ser, desde un mero trámite, hasta ser el peor momento de tu vida. La tortura china con palillos debajo de las uñas, empieza cuando esa señora seria, que se tira dos semanas hablando por un micro, comienza, como cada mañana a cantar las plazas: “Con el número bla bla bla, Fernando Alonso solicita plaza de …”, después de ese “de”, puede pasar una cosa buena, que es oír cualquier especialidad que no es la tuya, o una cosa muy muy mala, que es oír y ver, como a esa señora se le pone la boca en forma de “A”, de A muy muy grande y le salen el resto de las letras detrás. En ese momento, entras en parada cardiaca, hasta que por el altavoz oyes “… en el Hospital Clínico Universitario de Valencia”. Y… uff… ya vuelvo a latir, esa no la quería. Pero es que, todo son complejos hospitalarios u hospitales clínicos…, no hay tregua, la elección no para y parece que sólo eligen lo que tú quieres. Luego, una vez en casa, comprobé que en apenas una hora había sufrido más de veinte paradas cardiacas.
A día de hoy, echando la mirada atrás, sé que uno de los peores errores que se pueden cometer, es quedarse allí dentro, dejando que tu miocardio sufra y sufra la falta de oxígeno. Debería haber fuera, algo tan español como un bar y crema de orujo. Pero bueno, extrañamente allí me quedé. Es curioso, porque una de las cosas que más te preocupan los días antes de la elección es, la lista. Hacer una lista bien larga, porque ¿y si me lo quitan todo?, pues de mi lista de veinticuatro cosas, sólo me quitaron tres!!!. Eso sí, tiro al blanco, la primera, la sexta y la séptima. Y, el gran error fue dudar de las preferencias. Lo que mil veces nos habían dicho en la academia, lo que mil veces te dicen que no hagas. “Entra con la lista ahí, y bajo ningún concepto la muevas”, el problema viene de atrás, de los deseos condicionados y de plazas poco o mal meditadas.
Podría, hoy, seguir sentada en la gran sala azul, delante del ordenador, y sin saber qué hacer. Bueno, a día de hoy, habría hecho cualquier cosa menos la que hice, aunque supongo que eso lo pensaría fuese cual fuese la elección. Entras a elegir plaza por una puerta lateral, en una calle estrecha, temprano y sin tráfico. Sales por la puerta principal, donde hay gente y más gente, ruido, tráfico, cordones rojos como en las pelis y dices “joder, pero es que este edificio es enorme!!”. Y el siguiente pensamiento es “¡pero que he hecho!”.
Pero, al igual que hay mil maneras de vivir el MIR, hay otras tantas, quizá casi nueve mil, de vivir la elección de plaza. A grandes rasgos, después de hablar con muchos de mis compañeros, puedes salir de allí, con tres tipos de sensaciones diferentes. La mejor, la dulce, la alegría de tener un papelito que lleva escrito tu sueño, y además por duplicado. La sensación agridulce de no saber muy bien qué has hecho, de dudar todavía cuando ya no puedes cambiar nada, y esperar a que el tiempo te de la razón. Y quizá la peor, la amarga de, una vez recuperada la calma y vuelto la adrenalina a sus niveles, saber que te has equivocado. Y ¿hay solución?. Claro que sí, aunque quizá, a un precio demasiado alto.
Publicado con autorización de su autora.
Cuando pasa “el sábado” del examen MIR, y te encuentras a tus amigos ya residentes por la calle, empieza la nueva amenaza “el MIR no es nada al lado del día de elección de plaza”. Yo tuve la enorme suerte de tener un MIR tranquilo, relajado, sin nervios y bien llevado hasta el final. Y sí, imaginaba que el día de la elección estaría “nerviosita”. Después del gran día y la resaca que te dura toda la semana, se presentan delante de ti, tres largos meses para pensar, la que todo el mundo dice, es la decisión más importante de tu vida. Yo no creo que sea así. Esta no es la decisión más importante de la vida de nadie, porque, no es inamovible. En esos tres meses, piensas y piensas. En mi caso, tenía medio camino hecho, iba a ser de ese tipo de médicos que se manchan con café, pero había mil lugares para hacerlo. Tres meses son demasiados, bastaría uno. El turismo hospitalario tan altamente recomendado te lía y relía. Al final llegué a la conclusión, de que, al igual que cuando empecé la carrera no tenía ni idea de nada, ni sabía dónde me metía, con esto pasaría igual. Lo mejor era esperar a que saliese bien.
Y hay otro problema, que son los libros de las academias, llenos de números. Y, con qué se acabó esto y hasta donde llegó aquello. Yo, los prohibiría, hacen que llegues al día de la elección con tus deseos condicionados. “Coruña genial, pero ni me lo planteo, porque no pasa del mil”, “Granada mola mucho para vivir, y el año pasado habría cogido la primera plaza”, y pasa, que pasa, que Coruña llegó a mi turno y Granada se había evaporado la tarde anterior.
El nerviosismo de la elección empieza la tarde anterior, cuando vas a la sala Maluquer a buscar el “listado de plazas vacantes”. Sorprendentemente, ¡quedan un montón de cosas!, me fui de cabeza a la parte aerospacial, y ahí empiezan los problemas derivados del condicionamiento. Hay cosas que ya no están, aunque lo peor son las cosas que de repente aparecen en la lista y que nadie esperaba. ¿Qué pasa este año?, todo está siendo raro, la gente se vuelve loca y las plazas se salen de su comportamiento esperado. La tarde sigue colgada del teléfono, encharcándome de cocacolas, pero todavía tranquila.
Lo más, más, más y mil veces más importante, es hacer una lista de preferencias. Bueno, miento, esto no es lo más importante. Lo realmente decisivo, es respetar esa lista de preferencias. Escribirla con sangre si hace falta, pero no bailar la segunda opción con la tercera, ni la séptima con la octava.
Yo no sabía de la capacidad de funcionamiento de mi adrenalina. Ahora sé que puedo estar dos noches sin dormir y más de un día sin comer, a base de cocacolas y tener el rendimiento de un Ferrari. La noche anterior acumulé un par de horas de sueño, a lo sumo, en turnos de veinte minutos. Dormía al lado del Ministerio, así que bien tempranito, me fui a la búsqueda de algún bar con café con leche. Hay uno en la calle del Ministerio, lleno de jovencitos inquietos con mamás y papás. Café con leche y Donuts, forzando para mantener la glucosa, aunque lo que me pedía el cuerpo era un carajillo. Increíblemente, cuando yo entré a por mi café, 45 minutos antes, la puerta del Ministerio estaba ya atestada de gente. No fui la única que no necesitó despertador esa mañana. La entrada al Ministerio no tiene mayor importancia, porque lo verdaderamente gordo se cuece en una sala muy mona de asientos, ¿azules?, no recuerdo.
La hora, dos horas, que te toque estar allí dentro, puede ser, desde un mero trámite, hasta ser el peor momento de tu vida. La tortura china con palillos debajo de las uñas, empieza cuando esa señora seria, que se tira dos semanas hablando por un micro, comienza, como cada mañana a cantar las plazas: “Con el número bla bla bla, Fernando Alonso solicita plaza de …”, después de ese “de”, puede pasar una cosa buena, que es oír cualquier especialidad que no es la tuya, o una cosa muy muy mala, que es oír y ver, como a esa señora se le pone la boca en forma de “A”, de A muy muy grande y le salen el resto de las letras detrás. En ese momento, entras en parada cardiaca, hasta que por el altavoz oyes “… en el Hospital Clínico Universitario de Valencia”. Y… uff… ya vuelvo a latir, esa no la quería. Pero es que, todo son complejos hospitalarios u hospitales clínicos…, no hay tregua, la elección no para y parece que sólo eligen lo que tú quieres. Luego, una vez en casa, comprobé que en apenas una hora había sufrido más de veinte paradas cardiacas.
A día de hoy, echando la mirada atrás, sé que uno de los peores errores que se pueden cometer, es quedarse allí dentro, dejando que tu miocardio sufra y sufra la falta de oxígeno. Debería haber fuera, algo tan español como un bar y crema de orujo. Pero bueno, extrañamente allí me quedé. Es curioso, porque una de las cosas que más te preocupan los días antes de la elección es, la lista. Hacer una lista bien larga, porque ¿y si me lo quitan todo?, pues de mi lista de veinticuatro cosas, sólo me quitaron tres!!!. Eso sí, tiro al blanco, la primera, la sexta y la séptima. Y, el gran error fue dudar de las preferencias. Lo que mil veces nos habían dicho en la academia, lo que mil veces te dicen que no hagas. “Entra con la lista ahí, y bajo ningún concepto la muevas”, el problema viene de atrás, de los deseos condicionados y de plazas poco o mal meditadas.
Podría, hoy, seguir sentada en la gran sala azul, delante del ordenador, y sin saber qué hacer. Bueno, a día de hoy, habría hecho cualquier cosa menos la que hice, aunque supongo que eso lo pensaría fuese cual fuese la elección. Entras a elegir plaza por una puerta lateral, en una calle estrecha, temprano y sin tráfico. Sales por la puerta principal, donde hay gente y más gente, ruido, tráfico, cordones rojos como en las pelis y dices “joder, pero es que este edificio es enorme!!”. Y el siguiente pensamiento es “¡pero que he hecho!”.
Pero, al igual que hay mil maneras de vivir el MIR, hay otras tantas, quizá casi nueve mil, de vivir la elección de plaza. A grandes rasgos, después de hablar con muchos de mis compañeros, puedes salir de allí, con tres tipos de sensaciones diferentes. La mejor, la dulce, la alegría de tener un papelito que lleva escrito tu sueño, y además por duplicado. La sensación agridulce de no saber muy bien qué has hecho, de dudar todavía cuando ya no puedes cambiar nada, y esperar a que el tiempo te de la razón. Y quizá la peor, la amarga de, una vez recuperada la calma y vuelto la adrenalina a sus niveles, saber que te has equivocado. Y ¿hay solución?. Claro que sí, aunque quizá, a un precio demasiado alto.
Publicado con autorización de su autora.
Simplemente, me ha encantado. Una crónica perfecta de la comedura de coco que significa esto de elegir plaza. Llega un momento en que ya no sabes ni lo que quieres, en esos meses post-Mir todo se distorsiona, y más aún a medida que se va acercando la fecha.. la famosa lista de prioridades parece no quedarse quieta nunca...
ResponderEliminarAsí que para mí, pulsar el "enter" fue una liberación total; y la sensación de salir a la calle con tu plaza en la mano, en mi caso la que siempre había querido, es indescriptible.. hay que vivirlo.
Felicidades por tu blog, y felicidades a la persona que ha escrito esto. Ah! y mil gracias por MIRentrelazarme :) Besos.
Debe ser genial salir de alli con tu sueño en la mano y estoy seguro que el tiempo, te dara la razon en tu eleccion.
ResponderEliminarUn sueño menos a cumplir, ahora a por el siguiente, un atico con vistas increibles, una vida junto a la persona q quieres, no lo se, pero a por ellos.
Un beso
increible. Genial relato de ese momento. la verdad es que falta un mes para la eleccióny, sólo el hecho de leerlo ya me ha puesto muy nerviosa. Gracias por narrar tan bien tu historia.
ResponderEliminarhola gangas hace unos dias te escribi porque yo deseo un posgrado en medicina legal y forense el proximo año pero no se donde me tengo que inscribir, si el examen que todos realizan es el mismo para los que van a residentes de medicina forense. agradeceria mucho tu informacion, gracias
ResponderEliminarSi lo que quieres es el título de Medicina Legal Y Forense como especialista, has de hacer el MIR y elegir plaza en alguna de las Escuelas universitarias que la cursan, dura tres años, no es hospitalaria y por lo tanto no es remunerada, antes bien has de pagar la matrícula en la Escuela en la que la curses.
ResponderEliminarLas universidades que tienen Escuela de Medicina Legal y Forense son Complutense de Madrid, Instituto de Medicina Legal y Forense (Barcelona) y Granada.
Si solo quieres hacer un Master (que no la especialidad) eso no sería vía MIR y habrías de mirar en las web de esas universidades porque desconozco si cursan alguno o no.
Creo que santiago tambien tiene escuela de medicina legal y forense.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato y fíjate yo creo que la clave está en la postadolescencia...o en la vida...la mía fue al revés....un buen, muy buen expediente y 20000 opositores para muchas menos plazas que ahora, exámenes desastrosos y durante al menos cuetro años "vivir" para intentarlo...al final no lo saqué y decidí vivir !!!!! eso sí con la espinita clavada, esa sensación de fracaso pese a dedicarme a lo qusiempre me gustó, familia.
ResponderEliminarPasaron los años y el Mir cambió, me decían preséntate pero ese miedo a ser la única inútil me podía, eso y una niña demasiado pequeña en casa...este año al fin lo hice,sin expectativas, con cierta pereza...y la vida me dio la segunda oportunidad, el viermes gracias a las renuncias de muchos, cogí una plaza en mi ciudad y en el hospital que siempre quise ¡¡¡encima elegí !!!!, por supuesto que pasé nervios por eso porque nunca pensé llegar a ese Hospital pero con esa increible sensación de que cualquier cosa era un regalo y una oportunidad.
Ya véis lo mio fue al revés, primero trabajé, y cumplí esos otros sueños y ahora tengo una oportunidad de " reciclarme " y la perspectiva y los años de saber aquello que quiero y necesito aprender.
Tuve una elección dulce y feliz...al final...todo hay que aprovecharlo y vivirlo día a día...un saludo
Me parece un relato muy certero. Yo creo que o tienes muy claro lo que quieres desde siempre o ese día vas totalmente condicionado. De alguna manera hay que intentar aislarse de los números, lo que piensan los demás...etc e intentar coger lo uno siente que realmente es lo suyo. Yo me dejé guiar por las salidas laborales desechando la opción que verdaderamente mas me gustaba. El resultado ha sido que terminé es especialidad con más salidas laborales y luego no quería trabajar en ella! Y aquí estoy este año he repitiendo el examen MIR para hacer lo que realmente quería hacer. Pero me ha costado mucho anímicamente llegar a la conclusión y aceptar que efectivamente la elección de la plaza MIR no tiene que "una decisión para toda la vida". Sólo os digo que tenía que haber escuchado con mas atención las palabras de mi madre cuando me decía "hija, tu coge lo que realmente te gusta y ya cuando acabes pensaras en encontrar trabajo". Así que de verdad os aconsejo que no os dejeis condicionar por nada ni por nadie!
ResponderEliminarExcelente entrada, excelente descripción de las sensaciones, muchas gracias por compartirlo!
ResponderEliminarPor segunda vez me preparo a vivir de nuevo esa experiencia de la eleccion de plaza, no ha sido facil decidir renunciar a mi plaza elegida previamente, pero en eso consiste la vida, en tomar las decisiones que consideras correctas, y si es necesario reiniciar, pues para adelante!
ResponderEliminarAnimo a todos!